Fragmento 54 - Polis: Capítulo 1 | 5

En ese momento la luz que emanaba del gran cristal marcaba el comienzo de un día despejado mientras que Aetos se encontraba en un prado alto acicalando a su montura después de un baño en uno de los lagos del bosque . Este ya era un ritual para el alak en sus días de descanso, pues aunque este fuera un importante guerrero, también disfrutaba de cosas simples como sentarse a mirar su mundo y dormir en la hierba cuando desabrochaba las correas que le ataban la espada a la cintura.

Aetos no era más que un alak huérfano abandonado por su padre en la gran entrada de la ciudad sagrada de Celesthea cuando apenas tenía uso de razón, con nada más que un arma en las manos. Fue criado por un extraño herrero que vivía en la ciudad al que la gente evitaba por un extraño aspecto escamado en su piel y por su irritable personalidad. Este le enseñó a luchar y a forjar, aunque nunca usó ninguna de las armas que creó; ni las de él, ni las de su tutor. Aetos usaba una espada roja dentada llamada Gondrä, la cual podía fragmentarse y adaptar la agilidad de un látigo en batalla. Cuando él la controlaba podía emanar un calor y un brillo naranja, como si esta estuviera encendida, por lo que Aetos había decidido apodarla llama de dragón. Esta espada era el único recuerdo que conservaba de su padre.

Historias de Terran por S. Arias

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