El núcleo de Terran alimentaba las últimas horas del astro de luz cuando las flotas se divisaron salir de las nubes del abismo. Los impulsores generaban un suave y grave eco que se camuflaba entre los vientos que movían las cascadas ruidosas. Estas se perdían al caer del bloque continental flotante para evaporarse con el calor del centro de este mundo. Dentro de las naves había un ambiente de tensión y estrés colectivo. Cada criatura portaba un arma a la defensiva mientras miraban alrededor, esperando no ver o percibir ninguna señal de peligro. Aunque la campaña estaba comandada por poderosos guerreros y bestias dotados de un poder nunca visto en ningún campo de batalla (exceptuando las guerras de los Celës), aquella flota sabía que en el continente de Erutar habitaba la estirpe más poderosa de los éldon. Historias de Terran por S. Arias
La grieta se fue haciendo cada vez más angosta a medida que los alakës se adentraban. No miraron en ningún momento atrás y Frouken se concentró en correr tan pronto como pudo los más de mil metros que tenía de longitud el pasaje mientras que el agal comenzó a forzarse para entrar y seguirlos. Sin embargo su cuerpo era demasiado grande. La distancia entre él y sus presas se comenzó a ampliar. En un intento por hacer ceder las rocas con su velocidad y fuerza se atascó sin poder hacer nada para mover los millones de toneladas que pesaban ambos lados de la grieta y su rugido comenzó a provocar eco de un lado a otro del pasaje. Luchaba desesperado por salir, pero las paredes que cedieron al choque de su cuerpo generaron una especie de trampa que le impedía regresar y lo apresaban casi hasta dejarlo inmóvil. Sus esfuerzos eran inútiles. Ahora cerraba con su cuerpo el paso de sus aliados que lo habían seguido hasta ese punto. Nadie podía acercarse al agal que emanaba un líquido caliente encen
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